Vuelvo a mi hogar en tierra extraña,
sumergiéndome en la normalidad
sin rostros y sin nombres.
Envuelto en la cobija de pequeña familia,
solución para toda una vida de corazones moderados,
sin sufrir demasiado ni embriagarse
con el néctar de las locas y descarriadas utopías.
Vuelvo a mis viejas y cómodas adicciones,
convencido que sin ellas no soy nada,
me defino a mi mismo en ellas y desaparezco
fugaz como un suspiro manso en una oscuridad placida.
Olvido cualquier nota disonante
que pueda confundir mi camino
y sigo con el concierto altisonante
tratando de degustar la melodía que es mi vida.
Sin embargo y por alguna razón
que no consigo explicarme
no logro evitar escuchar
una pequeña y pérfida voz
que no deja de susurrarme
tu nombre....
GONZALO VAZQUEZ
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