sábado, 30 de enero de 2010

Rubén y la luz mala

Rubén y la luz mala

Noche oscura, sin luna ni estrellas toco sobre los cuchillas de Rivera
Rubén volvía tarde, luego de ayudar en una yerra, el resoplar del caballo era el único sonido en la trilla desierta.

No corría el menor viento, la atmósfera parecía congelada, hasta las nubes habían tocado tierra varadas cual murallas blanquecinas en la distancia. En el rancho no lo esperaba nadie más que algunos perros; tal es la soledad del peón del puesto de estancia, en el norte fronterizo.

Se imaginaba ya el catre desierto, quizás mañana se arrime a un bar y busque algo de compañía para calentarle un poco el cuerpo y el alma.

A lo lejos, algo llamo su atención, en un punto indefinible a la distancia adivinaba una especie de claridad, como el recuerdo de una luz lejana, por un momento pensó que podían ser las luces del pueblo, pero estaban en la dirección contraria, mas parecía surgir tras un colina por la zona de las viejas lápidas.

Apuró un poco el caballo y rumbeó para el otro lado, por un momento creyó que no pasaba nada, pero de a poco comenzó a percibir que a su alrededor las piedras y los pequeños montículos comenzaron a tener sombra, la luz misteriosa parecida crecer a sus espaldas y era cada vez más fuerte como tomando impulso.

Un sudor frío le recorrió el cuerpo mientras apretaba las riendas y los dientes, rezó rápidamente un par de Aves Marías mientras, el caballo pasaba de un cauteloso trote a un galope desenfrenado.
Una explosión sorda y de golpe la noche se volvió día.

Una semana mas tarde el caballo llego al pueblo, cargando un jinete irreconocible, la ropas curtidas, el cabello blanco, los ojos enormes y fijos en algún punto infinito.

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